La historia del fútbol paraguayo ha estado marcada por momentos de gloria y desilusión. Sin embargo, tras 5839 días de espera, la selección nacional ha conseguido finalmente una clasificación al Mundial, un logro que va más allá de lo deportivo. Este nuevo episodio se siente como un resurgimiento, como el regreso a casa después de mucho tiempo en la penumbra. Desde aquel inolvidable 9 de septiembre de 2009, cuando se derrotó a Argentina y se aseguró un lugar en el Mundial de Sudáfrica 2010, los corazones de los paraguayos esperaban con ansias volver a sentir la emoción de clasificar a una Copa del Mundo.
La espera ha sido larga y como en toda travesía, el camino estuvo lleno de desafíos que han puesto a prueba no solo las habilidades en la cancha, sino también la fortaleza del espíritu de un pueblo. Los miedos que durante años se adueñaron de las esperanzas se han ido, y con cada victoria, la selección ha ido exorcizando demonios que parecían inquebrantables. Hoy, más que una victoria deportiva, se celebra la unión, la pasión y el amor por los colores que representan a nuestra nación.
Con este regreso al Mundial resulta casi imposible disociarla de la clasificación a los Juegos Olímpicos de París 2024, recordándonos el brillo de nuestros días gloriosos desde Atenas 2004. La historia resuena con la determinación de un pueblo que no se rinde, y la camiseta paraguaya se convierte en un símbolo renovado de unidad y esperanza. La selección ha restaurado su imagen y ha reinstalado la frase "vencer o morir", resonando a través de diversas disciplinas y desafiando las adversidades que han surgido en el camino.
Así, en este renacer, Paraguay se prepara para demostrar al mundo entero que somos un país resiliente y apasionado. Esta clasificación no es solo un logro particular de los jugadores en la cancha, sino un triunfo que permite a cada paraguayo soñar y volver a vibrar con la fuerza de la mística albirroja. Este es el momento de celebrar, el despertar definitivo de nuestra identidad futbolística, el recordarnos que, aunque hayan pasado años, el amor por la camiseta nunca se ha disipado.
¡Vamos Paraguay!